domingo, 14 de noviembre de 2010

Creadores y parásitos: Un texto que merece calcarse

Miro a mi hijo y me pregunto si algún día tendremos que confesar que no logramos ayudar a crear un país donde él quiera quedarse a vivir
Yoani Sánchez [Cuba]

Hoy en la mañana los venezolanos nos hemos topado en El Universal con un fabuloso artículo de Luis Vicente León, Creadores vs Parásitos, que por estar escrito para sus hijos, los morochos, ha tocado una fibra de todos los que compartimos las ideas allí expresadas, pero en especial de quienes tenemos hijos pequeños como los tiene él, y sobretodo de quienes como él, no sabemos aún porqué obligamos a nuestros hijos a vivir en este primitivismo. Quiero dar testimonio ante mis hijos de esas ideas, y para ello me he tomado la libertad de remedar el texto de Luis Vicente, con algunos añadidos y comentarios personales.
A mis pequeños: ¡Qué pena que este hermoso país esté lleno de intolerancia, discursos agresivos, expropiaciones, ataques e infamias para justificarlas, generalizaciones, chivos expiatorios, populismo barato, promesas de repartir lo que otros han creado, control vulgar de las instituciones e inseguridad complacida! Y lo peor es que esto sólo está comenzando. En este punto, que seguramente empeorará, quiero compartir con ustedes unas líneas escritas hace 60 años, pero nunca con más actualidad.
Necesito blindarlos del ambiente primitivo en el que –por egoísmo o valentía, por miedo de emigrar al futuro o porque tengo aún la esperanza de construir acá el futuro, o simplemente porque no queremos resignarnos, aún no lo sé– les estoy obligando a vivir.
Miles de años atrás un hombre descubrió cómo hacer fuego. Probablemente fue quemado en la misma estaca en la que había enseñado a encender a otros. Seguramente se le consideró un maldito que había pactado con el demonio. Pero desde entonces, los hombres tuvieron fuego para calentarse, cocinar e iluminar sus cuevas. Siglos más tarde, un gran hombre inventó la rueda. Probablemente fue atormentado con el mismo aparato que había enseñado a construir. Seguramente se le consideró un transgresor que se había aventurado por territorios prohibidos. Pero desde entonces los hombres pudieron viajar más allá de cualquier horizonte. Ese gran hombre, el rebelde, está en el primer capítulo de cada leyenda que la humanidad ha registrado desde el principio y ese héroe pagó por su valentía.
Heredamos los productos del pensamiento de otro. Heredamos la rueda y creamos el carro. El carro se transformó en automóvil y el automóvil en avión. Pero aquello que recibimos de los demás es el producto final de su pensamiento. La fuerza que lo impulsa es la facultad creativa que toma ese producto como un material, lo usa y origina el siguiente paso. Esa facultad creativa no puede ser dada ni recibida, compartida ni concedida en préstamo (mucho menos expropiada). Aquello que se crea es propiedad del creador. Las personas aprenden una de otras, pero todo aprendizaje es sólo un intercambio de material. Nadie puede darle a otro la capacidad de pensar. Sin embargo, esa capacidad es nuestro único medio de supervivencia.
Nada nos es dado en la tierra. Todo lo que necesitamos debe ser producido. Y aquí el ser humano afronta su alternativa básica: puede sobrevivir por el trabajo autónomo de su propia mente o como un parásito alimentado por las mentes de los demás.
La necesidad básica del creador es la independencia. La mente que razona no puede trabajar bajo ninguna forma de coerción. No puede ser sometida, sacrificada o subordinada a ninguna consideración.
A los hombres se les ha enseñado que la virtud más alta no es crear sino dar. Sin embargo, no se puede dar lo que no ha sido creado. La creación es anterior a la distribución, pues de lo contrario no habría nada que distribuir. No obstante, se nos ha enseñado a admirar al parásito que distribuye como regalos lo que no ha producido.
Desde el principio de la historia, los dos antagonistas han estado frente a frente: el creador y el parásito. El creador, atacado, siguió adelante y guió a la humanidad con su energía. El parásito no contribuyó en nada más que en los obstáculos. El ‘bien común’ ha sido la pretensión y justificación de toda tiranía que se haya establecido sobre los hombres. Los mayores horrores de la historia han sido cometidos en nombre de móviles altruistas. Cambian los actores, pero el curso de la tragedia se mantiene idéntico: un humanitario que empieza con declaraciones de amor y termina con un baño de sangre.El manantial de Ayn Rand.
Ricardo y Mariana: nunca se dejen engañar por los parásitos… porque éstos de seguro los esclavizarán.
¡Gracias Luis Vicente! Artículo original de L.V. León, disponible en:
http://opinion.eluniversal.com/2010/11/14/opi_art_creadores-vs.-parasi_2093400.shtml

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