sábado, 13 de noviembre de 2010

Responsabilidades de los abogados en Venezuela

Continúa… 4/4
No hay peor tiranía que la que
se ejerce a la sombra de las leyes
Montesquieu
Casi todo lo que realice será insignificante,
pero es muy importante que lo haga
Gandhi
Finalizo el debate que introduje e inicié en mis tres artículos anteriores, y cierro con la sexta interrogante: 6. ¿Qué otras responsabilidades tenemos los abogados frente al País y a la profesión?
Como bien lo ha señalado recientemente Elías Pino I., Presidente de la Academia Nacional de la Historia, los intelectuales tenemos la obligación fundamental de pensar desde la perspectiva y las obligaciones de nuestro oficio y de nuestra especialidad. Esa debe ser nuestra vocación y misión. Para eso nos formamos y para eso estamos en este mundo. Y tenemos la obligación de hacerlo con dos orientaciones predominantes:
“… un pensamiento universal y, si se quiere, aséptico, determinado esencialmente por la necesidad de saciar un saber y de crear conocimientos relacionados con ese saber; y un pensamiento comprometido con la realidad de la cual forman parte, tras el cometido de cambiarla o de evitar que cambie.”
En ese sentido y al igual que varios de mis colegas, no me siento conforme con lo que hemos hecho en nuestro oficio. La mayoría de los abogados hemos sido indulgentes con la demolición del Estado de Derecho en Venezuela, por diversas razones [Los timoratos tienen miedo hasta de expresar una opinión en los medios de comunicación social. Los optimistas piensan que esto no se pondrá peor. Los ciegos dudan aún de las perversidades del proceso y hasta justifican algunas acciones. Los flojos son los que simplemente son indiferentes. Y los peores son los comodones, que se “conectaron” o “acomodaron” al proceso para sacar provecho.]
En la actual circunstancia, son necesarias iniciativas con trascendencia que contribuyan a la restauración de la democracia y del Estado de Derecho. Y para ello, insisto, es necesario salir de la zona de confort en la que muchos de nosotros nos hemos instalado. Soy de los que creo que tanto en la política, como en el periodismo y en el Derecho, toca arriesgar por los principios, los fundamentos, y en el caso nuestro, enredarse menos en la agenda política y mediática o con las anécdotas del caudillo de turno, pues el verdadero futuro del Derecho en Venezuela tiene más que ver con los valores, los principios y los fundamentos, que con las reglas y su dogmática.
Vuelvo a parafrasear a Elías Pino para advertir que no estoy proponiendo formar un partido político ni dominar un periódico o una revista de gran circulación. Se trata, eso sí, de no rumiar a solas nuestras reflexiones, sino de encontrarnos entre nosotros cuando debamos encontrarnos y cantar en coro cuando debamos cantar así. También de encontrarnos con nuestros pares en exterior para advertirles sobre la situación de Venezuela y para lograr su atención y su colaboración.
Se trata igualmente de hacer inmensos espacios en nuestro quehacer cotidiano, en la investigación y la escritura. Toca asumir iniciativas como la de incrementar la literatura fundamental y la literatura reproche, y no sólo hacer literatura dogmática sobre “lo que dicen” las leyes socialistas. Educar y formar a la juventud en las universidades, para quienes su única experiencia de democracia es este desastre que padecemos. Impugnar sistemáticamente las leyes socialistas, así sea con el único propósito de “levantar acta” y documentar para la historia y para la justicia del futuro a los “juristas del horror”. E incluso educar a la ciudadanía mediante la formación de opinión pública; entre otros.
Fin de esta serie… Por ahora

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