jueves, 6 de julio de 2023

Mérito vs Bien Común

Comentario
a La tiranía del mérito: ¿Qué ha sido del bien común?. 2020. MICHAEL SANDEL. España: Debate. 368 págs.




En el libro que hoy queremos comentar, Michael Sandel, reconocido filósofo y profesor en la Facultad de Derecho de la Universidad de Harvard, aborda el tema de la meritocracia y los efectos que le atribuye el autor en la sociedad contemporánea. Cuatro aspectos en particular han llamado nuestra atención:

¿En qué medida el éxito de cada persona (y la desigualdad en nuestras sociedades) se deben realmente al mérito individual?

¿Cuánto perjudica la ideología de la meritocracia a la idea del Bien Común?

¿Cómo afecta la la ideología de la meritocracia a la brecha salarial entre diversas profesiones?

¿Cuánto ha contribuido la ideología de la meritocracia al crecimiento de los partidos y movimientos populistas en algunos países?


El aspecto medular del planteamiento de Sandel es su cuestionamiento a la creencia generalizada de que el éxito y la posición social alcanzada por una persona se deben exclusivamente al mérito individual, porque esta idea ignora otros factores importantes que influyen en la vida de las personas, como la suerte, el contexto social y las oportunidades desiguales.

Sandel describe -de buen modo y con buenas razones- cómo la meritocracia sobrevalora los méritos individuales al atribuir el éxito de las personas, exclusivamente a su habilidad y a su esfuerzo personal, sin considerar el impacto que tienen circunstancias ajenas al control de ellas, como su lugar de nacimiento, acceso a educación de calidad, su red de contactos o el estatus socioeconómico de su familia.

No es que Sandel cuestione el mérito como criterio de promoción, pero sí que la meritocracia sea el criterio central o preferente para distribuir la prosperidad y el ascenso social. La Falacia del Mérito o esta ideología de la meritocracia ha generado desigualdades profundas toda vez que quienes tienen éxito son elogiados y recompensados, porque se presume que los han conseguido sólo gracias a sus méritos propios, mientras que quienes no lo han conseguido pueden ser estigmatizados y responsabilizados por su situación, sin valorar que, aún deseándolo, les ha tocado enfrentar barreras estructurales que han restringido sus posibilidades de éxito.

En síntesis, Sandel cuestiona la Falacia del Mérito porque es una idea que no refleja la complejidad de aquellos factores, incluida la "suerte", que influyen en la vida y prosperidad de las personas. Al enfocarse únicamente en el mérito individual, se ignora la influencia de estos factores externos y se desprecia a quienes no han tenido las mismas oportunidades.


El siguiente aspecto que nos interesa destacar del libro in commento es que esta suerte de "devoción" por el mérito individual ha creado una cultura que glorifica el éxito individual y descuida la importancia de los vínculos sociales y el bienestar colectivo, lo que ha erosionado el sentido de comunidad y solidaridad. La ideología del mérito ha conllevado mayores diferencias de ingresos y oportunidades y creado divisiones sociales, lo que complica la formación de una comunidad cohesionada que atribuya valor a los vínculos sociales y al bienestar colectivo.

Esta obsesión por el éxito individual y la competencia desenfrenada por tener más mérito que las demás personas, genera -según Sandel- una cultura en la que se valora más "ganar" a los demás que la cooperación y el cuidado mutuo. Esto socava la solidaridad y fomenta una mentalidad de "todos contra todos", en lugar de promover la colaboración y la preocupación por el bienestar de los demás.

Sandel añade que la ideología del mérito puede conllevar la pérdida de sentido y alienación en las personas. En la medida que el éxito se reduce únicamente a los logros individuales, se descuida la importancia de los vínculos sociales, el sentido de pertenencia y el bien común. Lo que puede generar sentimientos de aislamiento y falta de propósito en las personas.


El tercer aspecto planteado por Sandel es su cuestionamiento a la brecha salarial entre los trabajadores cualificados y los no-cualificados. No solamente en el libro, sino en diversos foros y entrevistas, Sandel ha propuesto preguntas éticas acerca de si es justo o no, que jugadores de fútbol y otras celebridades deportivas ganen salarios desmesuradamente altos en comparación con profesiones consideradas socialmente más valiosas, como los maestros, por ejemplo, y ha propuesto reflexionar sobre cómo asignamos valor y recompensamos diferentes tipos de trabajo en nuestra sociedad, y si esas asignaciones son justas y éticas.

Básicamente, la lógica del mercado tiende a sobrevalorar ciertos tipos de trabajo, como el de los deportistas y profesionales altamente remunerados, mientras que subvalora el trabajo manual y de servicios. Una dinámica que contribuye a la brecha salarial y a la falta de reconocimiento de la dignidad y el valor del trabajo de los obreros. Sandel postura la necesidad de reconsiderar nuestras concepciones de mérito y reconocer la importancia y el valor que tienen el trabajo manual y de servicios.


Por último, nos interesa destacar cómo el profesor Sandel establece una relación entre la ideología de la meritocracia y el ascenso de los partidos o movimientos populistas en algunos países. Según él, la idea de que el éxito individual se debe exclusivamente al mérito y al esfuerzo personal, ha creado una narrativa que desprecia o ignora a quienes no logran tener éxito según esos criterios. Naturalmente, esta idea ha generado resentimiento y frustración en quienes se sienten excluidos por un sistema que perciben como injusto, al menos para ellos.

Desde luego, hay políticos y movimientos populistas que han capitalizado y "explotado" este resentimiento, y entonces se presentan como defensores de los "perdedores" de la meritocracia y les prometen restablecer una supuesta "justicia social". Más aún, predican desafiar a las "castas" o a las élites establecidas con una retórica anti-elitista que apela a la identidad de clase y al sentimiento de pertenencia de los sectores desfavorecidos, para ganar apoyo político. Paradójicamente, y esto lo añado yo, a pesar de que buena parte de esos políticos predican esa retórica desde su resort en Mar-A-Lago o desde su chalet en Galapagar.

Para Sandel, la insatisfacción con la meritocracia y el éxito de los partidos o movimientos populistas en algunos países reflejan una reacción contra las desigualdades y la falta de reconocimiento de las preocupaciones y experiencias de aquellos que se sienten excluidos por el sistema meritocrático. Otra razón más -según Sandel- para replantear nuestras concepciones de éxito y justicia y construir una sociedad mejor cohesionada.


En conclusión, Michael Sandel propone reconocer el papel que la "suerte" desempeña en nuestras vidas y en el éxito individual. Desde mi punto de vista, el mérito es un criterio acertado para la promoción laboral y el ascenso social. Es una herramienta que fomenta el acceso de las personas más capacitadas y calificadas a las posiciones de mayor responsabilidad; y correlativamente, reprime los favoritismos, el nepotismo y la discriminación arbitraria en la toma de decisiones de promoción. El mérito sirve también para impulsar una competencia saludable y constructiva y una cultura de trabajo enfocada en el crecimiento personal y en el logro de resultados sobresalientes.

Pero es verdad, también, que concentrarse excusivamente en el mérito conlleva limitaciones que Sandel describe acertadamente en su libro, y que por tanto, es necesario reconocer el papel que la "suerte" desempeña en nuestras vidas y en el éxito individual. Como la "suerte" que has tenido de nacer en una potencia europea y no en un país pobre de África, o la "suerte" de haber nacido en una familia con recursos para pagar educación de calidad, o unos padres dispuestos a pagar la educación que tú eliges y no la que eligen ellos. De este modo, en lugar de atribuir todo el éxito al mérito propio, se debe tener en cuenta la influencia de los factores externos y las oportunidades que se nos presentan. Lo que vuelve a plantear la necesidad de centrar esfuerzos en la garantía de la igualdad de oportunidades.


Por otra parte, Sandel igualmente plantea fomentar un sentido de pertenencia y cuidado mutuo en la sociedad, así como la solidaridad y la cooperación en lugar de centrarse únicamente en el éxito individual. Una reflexión que considero oportuna, incluso en el seno de una sociedad liberal, pues destaca la importancia de un valor o principio que -en lo personal- considero tan esencial como la libertad: la cohesión social.

La cohesión social es un pilar crucial para impulsar la estabilidad y la paz en una sociedad, lo que reduce la probabilidad de conflictos y divisiones sociales, promueve la convivencia pacífica y el respeto mutuo y la colaboración. Por eso mismo, contribuye a reducir el resentimiento, la "polarización" y la conflictividad social, y por vía de consecuencia, previene contra el crecimiento en la sociedad de los movimientos populistas y de los partidos de extrema derecha o izquierda.

La cohesión social fortalece además el tejido social, fomenta la cooperación y las relaciones positivas entre las personas y ofrece un entorno en el que las personas -incluso aquellas que han triunfado por sus méritos- se sientan seguras, apoyadas y conectadas. Una sociedad cohesionada, asimismo, promueve la igualdad de oportunidades y que todas las personas puedan hacer "méritos" para ascender socialmente.

Al contrario de lo que me dicen algunos colegas liberales, o "más liberales" que yo, la cohesión social no la considero necesariamente incompatible con los pilares de una sociedad liberal. Más bien, puede ser un complemento importantísimo para fortalecerla y hacerla mejor.

En la medida que la cohesión social facilita un entorno en el que personas de diferentes ideas y perspectivas pueden coexistir pacíficamente, la cohesión social fomenta la pluralidad y la diversidad que tanto reclama una sociedad liberal. Desde luego, La cohesión social no consiste en la uniformidad forzada o impuesta desde un gobierno o un partido, porque eso sería coerción social, sino que consiste en la capacidad de encontrar puntos en común y alcanzar consensos sociales razonables entre diferentes grupos y visiones de la sociedad.

La cohesión social, cuando es tal y no coerción social, tampoco es incompatible con los derechos individuales. Por el contrario, en cuanto fomenta un ambiente en el que todos los miembros de la sociedad se sienten incluidos y respetados, en igualdad de condiciones y con igualdad de oportunidades, la cohesión social contribuye a la protección de los derechos fundamentales.

Por último, la cohesión social incentiva la participación ciudadana en los asuntos públicos, ergo, fortalece la democracia en una sociedad liberal. En la cuanto los ciudadanos se sientan parte de una sociedad cohesionada, en esa misma medida hay más probabilidades de que se involucren en la toma de decisiones, expresen libremente sus opiniones y contribuyan al bien común.

¡Pero cuidado! La cohesión social debe buscarse y promoverse desde la pluralidad ideológica y el respeto a la diversidad y a los derechos fundamentales, sin imponer ideologías particulares sobre los individuos. Para ello, es necesario encontrar un punto de equilibrio entre la cohesión social, las libertades y la democracia de simples mayorías. Imponer la cohesión social desde el poder político, incluso con mayorías parlamentarias simples o exiguas, es una forma de coerción social que violenta las libertades y el pluralismo democrático, y paradójicamente, fomenta la polarización y la conflictividad social. Esto así porque la cohesión social auténtica y saludable debe basarse en el respeto a los derechos fundamentales, en el diálogo constructivo y consensos razonables entre las diferentes ideologías que conviven dentro de una sociedad.


El libro de Sandel ha sido bien recibido en general y ha sido objeto de amplio debate, y naturalmente ha recibido también algunas críticas. Hay quienes lo acusan de ofrecer una visión demasiado simplificada de los problemas y no abordar adecuadamente la complejidad de las cuestiones que plantea. En lo personal, no comparto esta crítica pues, con todo y el escepticismo con que comencé la lectura del libro, su planteamiento de los problemas fue suficiente para llamar a mi reflexión e interesarme en el desarrollo y final del libro.

Otros lo acusan de presentar críticas y cuestionamientos válidos, pero sin propuestas claras, específicas y concretas para abordarlos y solucionarlos. Crítica esta que sí comparto pues también echo de menos esas propuestas.

Por último, hay quien sostiene que Sandel tiene una ideología política y filosófica específica, que probablemente ha sesgado su análisis y que esto se refleja en su obra. Según esto, sus enfoques en el libro reflejan su ética "comunitarista" que enfatiza la importancia de los valores comunes, la comunidad y el bienestar colectivo, en contraposición a una ética más individualista y centrada en los derechos individuales. Para mí está claro que el libro refleja su enfoque, mas no por ello resto méritos a la publicación. Sandel no oculta la ética comunitarista que inspira el libro, al contrario, el subtítulo del libro ya lo anuncia. Leí el libro con clara consciencia de a quien estaba leyendo, y no por este motivo veo razones para invalidar necesariamente las reflexiones y los argumentos presentados por Sandel, que en algunos asunto plantea puntos de vista diferentes a los míos, y de los cuales discrepo, pero que en todo caso estimulan el debate en torno a los temas abordados por el libro. En lo personal, estimo útil leer y valorar perspectivas diferentes a la mía, pues una opinión basada en diversas fuentes y argumentos, será siempre una opinión mejor informada.


Los invito a leerlo.


En Vigo, el 6 de julio de 2023.

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