jueves, 27 de julio de 2023

Negociaciones y Polarización

La Búsqueda de la Gobernabilidad en España


Cumplido el trámite electoral del 23-J, la gobernabilidad en España se ha vuelto aún más compleja y delicada. La fragmentación política resultante, aún siendo menor que la del 2019, confirma que, si bien los dos partidos de Estado (PSOE y PP) son, en conjunto, los ganadores de las elecciones, los únicos ganadores, ninguno de ellos -ni de los 'bloques' ideológicos que podrían conformar- logró una mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados para alcanzar la investidura, y menos aún un gobierno estable y con posibilidades reales de ejercer su acción política. Lo que hace depender la gobernabilidad de partidos minoritarios y, en algunos casos, de partidos extremistas y radicales.

Digo que PSOE y PP fueron (en conjunto) los 'únicos' ganadores porque ambos han recuperado la fuerza electoral del bipartidismo y han conseguido sumar entre los dos una mayoría contundente de 258 escaños, es decir, 73% del Congreso de diputados. Mayoría calificada suficiente para aprobar, cuando tengan a bien entenderse entre sí, cualquier política o decisión de Estado. Cuestión diferente es que, no obstante lo señalado, el Bipartidismo se empeñe en autolesionarse.

El PP 'gana' las elecciones, sube 'espectacularmente' sus escaños de diputados y consigue la mayoría absoluta del Senado, pero no alcanza su principal objetivo: Suficiencia para formar gobierno ni para impedir que Sánchez intente formarlo. Adoptar una actitud triunfalista, si es que la adoptara, sería un error.

El PSOE pierde las elecciones que había ganado en 2019, pero podría gobernar. Sólo que entregándose a las exigencias controvertibles de una coalición plurinacional-cultural-ideológica. Hacerse aún más dependiente de minorías extremistas y nacionalistas y presentarse como triunfador de las elecciones, es una auténtica 'memez'.

Sumar y Vox son los principales perdedores. Yolanda Díaz estaba llamada a revitalizar el espacio de la Plus-Izquierda y hacerlo aún más relevante en la política nacional, y al final consiguió siete diputados menos que los conseguidos por el espacio que lideró Pablo Iglesias en 2019, y ni siquiera le ganó a Vox. Da igual, nunca antes el fracaso de perder siete escaños ha sido celebrado con tanta alegría.

Vox perdió 19 escaños y más de 600 mil votos, y no consiguió su objetivo de ser decisivo en la formación de gobierno; por el contrario, se ha vuelto el principal obstáculo para componer alguna coalición. Da igual, Abascal culpa al PP de “desmovilizar” a una “parte del electorado” (ya nos enteramos de que era tarea del PP movilizar al electorado de Vox).

Sólo EH Bildu (sí, Bildu) podría sentirse feliz con su resultado, pues consiguió incrementar escaños, superar al PNV (otro perdedor) y seguir siendo relevante en la política nacional.

Claro que, en una democracia parlamentaria, lo normal es que los candidatos busquen construir coaliciones y pactos con otros partidos para lograr la gobernabilidad y evitar la repetición de elecciones. Lo cual implica, se necesita, la capacidad de llegar a consensos y encontrar puntos de encuentro con otras fuerzas políticas para llevar adelante una agenda común.

El problema en España es que se ha llegado a una situación paradójica, y absurda, en la que los dos principales partidos centrales y de Estado, aún habiendo recuperado su fuerza electoral y aún habiendo conseguido sumar entre los dos una mayoría contundente de 73% en el Congreso, por su rivalidad excesiva y su 'pequeñez' para entenderse entre sí, dependen como nunca antes, para conseguir una simple investidura (que no necesariamente la gobernabilidad), de nacionaismos radicales y de exigencias controvertidas que, de aceptarse, comprometerían la cohesión social y el orden constitucional.

Es lamentable, al menos para aquellos que creemos en los consensos y la centralidad política, que el PSOE y el PP prefieran, en la mayoría de las ocasiones, destacar de manera excesiva sus diferencias (que logicamente las hay), en lugar de 'encontrarse' en áreas de posible cooperación. El deber de ambos partidos sería asegurar que su fiera rivalidad no agrave la incertidumbre sobre quién debe gobernar en España, ni ponga en riesgo la estabilidad gubernamental. Veamos otras opciones brevemente, porque esta del consenso no parece probable.


Escenario 1. El candidato del PP procura su investidura

¿Por qué y para qué Alberto Núñez Feijóo querría presentarse a la investidura si, como parece, tendrá muy difícil conformar una mayoría parlamentaria? Lógicamente, Feijóo reclama en su favor la Legitimidad que le da ser la fuerza política más votada por los ciudadanos en las elecciones. Y lo hará, o debe hacerlo, por Responsabilidad.

Presentarse a la investidura, aún fallida, mostraría su compromiso en asumir la responsabilidad de liderar el país y de conseguir la gobernabilidad. Además, si Feijóo no se presentara a la investidura, como hizo Mariano Rajoy en 2016, le abriría inmediatamente a Sánchez la posibilidad de intentar formar gobierno. Presentarse a la investidura sería al menos un intento (fallido o exitoso, ya se verá) de cambiar el ciclo político o de evitar la repetición de las elecciones.

Al momento de escribir estas líneas, Feijóo no tiene los votos suficientes para ser investido, pero dijo estar dispuesto a negociar y a buscar acuerdos que le permitan obtener el respaldo necesario para formar un gobierno. Y reconoció haber contactado con UPN, Coalición Canaria (CC), el Partido Nacionalista Vasco (PNV) y VOX. Cuyos apoyos, de conseguirlos, serían suficientes para lograr una mayoría absoluta o una relativa, según se presenten las circunstancias. El apoyo del navarro está confirmado, pero lo más difícil será conjuntar simultáneamente a los otros con VOX. Este es un partido de ultraderecha que aboga por el patriotismo-español e ilegalizar a los partidos nacionalistas, uno de ellos el PNV, un partido nacionalista que aspira a la autonomía y el reconocimiento de Euskadi como una nación.

Por una parte, al día siguiente de las elecciones el secretario de VOX avisó de que no habría 'voto patriótico' al lado del PNV, y que no regalarían sus votos si en la ecuación de gobierno hay un apoyo de los nacionalistas vascos al PP. Por la otra, el PNV ha tenido siempre una conducta pragmática y ha respaldado a gobiernos de diferentes signos políticos en el pasado, pero desde antes de las elecciones aseguró que su partido no facilitaría la normalización de VOX; tras las elecciones, hicieron público su compromiso para facilitar la investidura de Pedro Sánchez, y al momento de escribir estas líneas, ya respondieron a Feijóo que ni siquiera iniciarán conversaciones para facilitar su investidura.

Salvo que se esté en las antípodas ideológicas o se tenga ya cerrado un acuerdo con otra alternativa de gobierno, en una democracia parlamentaria es cuestionable que un partido se niegue a conversar con el vencedor de las elecciones (sea cual fuere), sin conocer lo que este puede proponer para que los diversos implicados se sientan razonablemente cómodos e integrados en el acuerdo. Como sea, sería apresurado descartar a priori una opción de mayoría del PP pues, como sabemos, la formación de alianzas y acuerdos políticos en un sistema parlamentario suele ser un proceso complejo, dinámico y a veces 'inexplicable', y en definitiva depende de las circunstancias políticas específicas y las posturas de cada partido en determinado momento.

En última instancia, la decisión de Feijóo de presentarse (o no) a la investidura y buscar la gobernabilidad dependerá de su estrategia y sus habilidades de negociación, de las dinámicas políticas y de las posturas que adopten los partidos convocados a ese acuerdo de investidura.


Escenario 2. El candidato del PSOE procura su investidura

¿Por qué y para qué Pedro Sánchez se presentaría a una nueva investidura si no ha sido el más votado? Tal como hizo en 2016, cuando Rajoy (el ganador de aquellas elecciones) declinó la investidura, razonará que se presenta a la investidura para evitar la repetición de elecciones, encontrar la gobernabilidad y prevenir el bloqueo político. Y claro está, que la continuidad de su proyecto político es vital para España, y presentarse a la investidura es una manera de asegurarlo, aun sabiendo que necesita acuerdos difíciles con partidos muy diferentes para conseguirlo.

De momento, parece que Sánchez cuenta con el apoyo de partidos minoritarios, incluyendo al PNV, los cuales en conjunto suman 172 votos, suficientes en una segunda votación, donde se requiere solamente tener más Síes que Noes. Pero esta opción, para que funcione, tiene al menos dos problemas:

El primero, Sánchez está obligado a concertar los intereses de al menos seis formaciones muy divergentes en lo ideológico (JxCat, ERC, Bildu, PNV, BNG y Sumar), cuyo único 'pegamento' es el interés de bloquear al PP, y algunas de ellas opuestas al consenso que fundamenta la Constitución.

El segundo, se necesita del reticente Junts per Catalunya.

Aceptar el apoyo de JxCAT es problemático por las exigencias que realiza este partido: Amnistía para los implicados en la organización del referéndum ilegal -incluyendo a Carles Puigdemont- y traspaso de las competencias a Cataluña para poder celebrar referendos autónomamente, de modo que puedan organizar uno vinculante sobre la secesión, lo que obviamente iría en contra del marco constitucional español.

El quid del asunto es que el PSOE dice ser un partido defensor de la unidad de España y estar comprometido con el respeto a la Constitución. Por lo que aceptar el apoyo de JxCAT con exigencias que contradicen la legalidad constitucional, podría generar tensiones y conflictos en la sociedad, incluso dentro del propio partido. Es probable que al menos dos de los tres barones territoriales que le quedan al PSOE, no aceptarán sentarse a negociar con JxCat si el referéndum de independencia está sobre la mesa. Y además sería rechazado por los sectores de la opinión pública que defienden la unidad de España y se oponen a cualquier intento de secesión.

La investidura del PSOE parece posible solo en en el caso de que JxCat desista 'tácticamente' de sus exigencias y se conforme con alguna oferta alternativa del PSOE que no implique (al menos en apariencia) amnistía para los procesados ni la posibilidad de un referéndum en Cataluña. Y aún en este caso, el apoyo de JxCAT podría ser visto como una concesión al partido que lideró el intento separatista en Cataluña, cuyos líderes no han asumido (aún) su responsabilidad y persisten en su propósito; lo que probablemente reavivirá las críticas de parte de la sociedad, que lo acusará de complacer al separatismo, a expensas de la unidad del país.

En otras palabras, aceptar el apoyo de JxCAT supone un dilema para el PSOE institucional, por cuanto debe resolver el desafío de equilibrar la búsqueda de apoyos parlamentarios con su compromiso con la unidad de España y la lealtad constitucional, sin que ello propicie más tensiones y debates complicados en un contexto de fragmentación política y polarización.

Hay una complicación adicional: Cualquier fórmula que resulte de pactar con JxCat, chocaría contra una barrera frontal que ya no controla el PSOE: la Cámara del Senado y el poder territorial de la oposición. He aquí donde se plantea otra grave amenaza a la gobernabilidad.


3. Oposición y Gobernabilidad.

La investidura es un procedimiento necesario para formar un gobierno. Pero no es un objetivo en sí mismo. El fin último del trámite, y es la racionalidad del sistema parlamentario, es conseguir una mayoría estable que permita gobernar el país conforme a un proyecto que promueva el interés nacional.

Si bien el PP no alcanzó mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados, sí que la consiguió, y holgada, en el Senado. Esta Cámara, ahora controlada por el PP, podría ejercer su influencia para vetar u obstaculizar la acción política de un gobierno presidido por el PSOE, al menos en las siguientes áreas:

  1. Acción legislativa: El PP en el Senado tendrá la capacidad de vetar iniciativas legislativas del gobierno, ralentizar la tramitación y en algunos casos, obligar a su aprobación definitiva por la mayoría absoluta de los miembros del Congreso, lo que requerirá del PSOE mayoría legislativa sólida y estable para aprobar sus iniciativas.

  2. Integración territorial: El PP será decisivo en la dotación, distribución y regulación del Fondo de Compensación Interterritorial.

  3. Nombramiento de altos cargos: El PP podrá usar su mayoría en el Senado para decidir unilateralmente los nombramientos de cuatro magistrados en el Tribunal Constitucional, de la mitad de los integrantes del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal de Cuentas, de cuatro de los 10 miembros del Consejo de Administración de RTVE, y además podrá vetar el nombramiento del Defensor del Pueblo.

Incluso en el Congreso de los Diputados, el Gobierno sufrirá para sacar adelante sus iniciativas legislativas. La oposición de derecha contará con 171 escaños en contra, por lo que el PSOE se verá obligado a mantener la cohesión de sus socios en todas las votaciones, y que ninguno vote en contra. Dicho de otro modo, el PSOE tendrá que mantener siempre de acuerdo a Bildu y PNV entre ellos, y luego a JxCat, a ERC y el BNG.

En ese mismo orden de dificultades, el PSOE ha necesitado antes del PP para sacar adelante parte de sus iniciativas políticas, como la reforma de la Ley de Garantía de la Libertad Sexual o 'Ley del Solo Sí es Sí', cuando sus socios de 'investidura' no han respaldado la iniciativa del Gobierno. Y el PSOE volverá a necesitar del PP para proseguir con parte de sus iniciativas políticas, como, por ejemplo, el apoyo a Ucrania en la guerra contra Putin.

Aparte de lo señalado, un hipotético gobierno del PSOE tendrá enfrente a un poderoso líder opositor, con la legitimidad de ser el vencedor de las elecciones, y con un poder territorial inmenso: el Senado; 12 comunidades autónomas más Ceuta y Melilla; la inmensa mayoría de los ayuntamientos, incluyendo las ciudades de Madrid, Valencia, Sevilla y Zaragoza, y la llave del Ayuntamiento de Barcelona.

En resumen, el poder 'opositor' del PP y su significación como partido de Estado en algunas decisiones políticas de relevancia, podría tener, si así lo decide el partido, un impacto significativo en la capacidad de un gobierno presidido por el PSOE. Claro que, siempre queda el recurso empleado en democracias 'iliberales' y populistas de emplear al Supremo Tribunal o al Constitucional para convalidar actos o decisiones que infringen la ley o la Constitución.

Lo que vuelve a subrayar la importancia de la negociación y el diálogo político entre los dos partidos de Estado, PSOE y PP, para alcanzar acuerdos que permitan la gobernabilidad y el funcionamiento efectivo del sistema político. Si esto no fuera posible,

¿Seria razonable que el PP amenace con 'bloquear' o entorpecer la legislatura, si se llegara a conformar una coalición de gobierno que ponga en riesgo la gobernabilidad, la cohesión social o el orden constitucional?

¿Estarán dispuestos ambos partidos a convenir que uno de los dos 'consienta' la investidura de alguno de los candidatos, y facilitar la gobernabilidad con referencia a un acuerdo de temas básicos?


4. ROMPER EL BLOQUEO Y LA POLARIZACIÓN POLÍTICA

Desde una perspectiva política, es común y legítimo que los partidos negocien y utilicen su posición de influencia para defender sus intereses y objetivos. Y en un contexto de fragmentación política, donde nadie tiene mayoría absoluta, con más razón cada partido, y sobretodo los que tienen más escaños, aumentan su presión para facilitar o dificultar la gobernabilidad.

En este sentido, sería comprensible, que no necesariamente justificado, que el PP maximice sus intereses y objetivos políticos y amenace al PSOE con usar su influencia política para bloquear o entorpecer la acción política de su gobierno, aunque conllevaría (aún más) una situación de confrontación política, complicaría (aún más) la formación de un gobierno estable y efectivo, y haría de la legislatura una 'pesadilla' (incluso para el PSOE). Eso no lo quieren los españoles, ni debería quererlo el PSOE. Y semejante amenaza debería ser suficiente para disuadir al PSOE de una investidura precaria, sujeta a boicot permanente.

En una democracia constitucional, la gobernabilidad y la estabilidad política son fundamentales para el buen funcionamiento del país. Por tanto, lo deseable es que ambos partidos políticos busquen puntos de encuentro y acuerdos que permitan formar un gobierno con el apoyo suficiente para llevar adelante sus políticas y proyectos. Lo deseable es que prevalezcan los intereses de España y la voluntad de buscar soluciones que favorezcan el interés general, por encima de intereses partidistas.

Si ninguno de los dos candidatos consigue mayoría para formar un gobierno estable y con acción política efectiva, y en mi criterio ninguno de los dos podrá conseguirlo sin el apoyo del otro, el PP o el PSOE, según sea el caso, podrían optar por facilitar la formación de un gobierno mediante la abstención en la investidura, permitiendo así que algún candidato sea investido como presidente y se evite el bloqueo político que podría derivar en la repetición de elecciones.

Claro que, para alcanzar este objetivo, ambos partidos deben contribuir a reducir la polarización y fomentar el diálogo político, lo cual requiere:

Abordar un discurso político constructivo y respetuoso. Esto pasa por centrar el debate político en los temas y propuestas que interesan a los ciudadanos, aún manifestando las diferencias legítimas que hay entre ellos, y abandonar los ataques personales y descalificaciones que se han vertido entre sí. El PSOE podría dejar de llamar a Feijóo insolvente, mala fe, incapaz, narco, etc. Y el PP hacer lo propio con el axioma "derogar el sanchismo".

Encontrar puntos de acuerdo. A pesar de sus diferencias ideológicas, que es razonable que las haya, existen también áreas de convergencia que podrían identificar y con base a las cuales podrían convenir un acuerdo de legislatoria con políticas básicas.

Apostar a la negociación y el diálogo para buscar consensos en temas de interés nacional y cuestiones clave, lo que podría favorecer la estabilidad política y la gobernabilidad.

Abrirse al consenso con otros partidos constitucionalistas, incluso los partidos más pequeños, para formar mayorías más amplias, alcanzar acuerdos más estables y superar la fragmentación política.

Fortalecer las instituciones democráticas, incluyendo acuerdos consensuados sobre la composición de los órganos del Poder Judicial y de otros altos cargos del Estado.

Sí, parece complicado, muy complicado, pero es que reducir la polarización y fomentar el diálogo político no es una tarea sencilla, por el contrario, requiere de un esfuerzo conjunto por parte de todos los actores políticos. No obstante, si al menos los dos principales partidos de Estado mostraran la voluntad real de buscar consensos y trabajar en beneficio del interés general, contribuirían significativamente a mejorar el clima político y la gobernabilidad del país.

jueves, 6 de julio de 2023

Mérito vs Bien Común

Comentario
a La tiranía del mérito: ¿Qué ha sido del bien común?. 2020. MICHAEL SANDEL. España: Debate. 368 págs.




En el libro que hoy queremos comentar, Michael Sandel, reconocido filósofo y profesor en la Facultad de Derecho de la Universidad de Harvard, aborda el tema de la meritocracia y los efectos que le atribuye el autor en la sociedad contemporánea. Cuatro aspectos en particular han llamado nuestra atención:

¿En qué medida el éxito de cada persona (y la desigualdad en nuestras sociedades) se deben realmente al mérito individual?

¿Cuánto perjudica la ideología de la meritocracia a la idea del Bien Común?

¿Cómo afecta la la ideología de la meritocracia a la brecha salarial entre diversas profesiones?

¿Cuánto ha contribuido la ideología de la meritocracia al crecimiento de los partidos y movimientos populistas en algunos países?


El aspecto medular del planteamiento de Sandel es su cuestionamiento a la creencia generalizada de que el éxito y la posición social alcanzada por una persona se deben exclusivamente al mérito individual, porque esta idea ignora otros factores importantes que influyen en la vida de las personas, como la suerte, el contexto social y las oportunidades desiguales.

Sandel describe -de buen modo y con buenas razones- cómo la meritocracia sobrevalora los méritos individuales al atribuir el éxito de las personas, exclusivamente a su habilidad y a su esfuerzo personal, sin considerar el impacto que tienen circunstancias ajenas al control de ellas, como su lugar de nacimiento, acceso a educación de calidad, su red de contactos o el estatus socioeconómico de su familia.

No es que Sandel cuestione el mérito como criterio de promoción, pero sí que la meritocracia sea el criterio central o preferente para distribuir la prosperidad y el ascenso social. La Falacia del Mérito o esta ideología de la meritocracia ha generado desigualdades profundas toda vez que quienes tienen éxito son elogiados y recompensados, porque se presume que los han conseguido sólo gracias a sus méritos propios, mientras que quienes no lo han conseguido pueden ser estigmatizados y responsabilizados por su situación, sin valorar que, aún deseándolo, les ha tocado enfrentar barreras estructurales que han restringido sus posibilidades de éxito.

En síntesis, Sandel cuestiona la Falacia del Mérito porque es una idea que no refleja la complejidad de aquellos factores, incluida la "suerte", que influyen en la vida y prosperidad de las personas. Al enfocarse únicamente en el mérito individual, se ignora la influencia de estos factores externos y se desprecia a quienes no han tenido las mismas oportunidades.


El siguiente aspecto que nos interesa destacar del libro in commento es que esta suerte de "devoción" por el mérito individual ha creado una cultura que glorifica el éxito individual y descuida la importancia de los vínculos sociales y el bienestar colectivo, lo que ha erosionado el sentido de comunidad y solidaridad. La ideología del mérito ha conllevado mayores diferencias de ingresos y oportunidades y creado divisiones sociales, lo que complica la formación de una comunidad cohesionada que atribuya valor a los vínculos sociales y al bienestar colectivo.

Esta obsesión por el éxito individual y la competencia desenfrenada por tener más mérito que las demás personas, genera -según Sandel- una cultura en la que se valora más "ganar" a los demás que la cooperación y el cuidado mutuo. Esto socava la solidaridad y fomenta una mentalidad de "todos contra todos", en lugar de promover la colaboración y la preocupación por el bienestar de los demás.

Sandel añade que la ideología del mérito puede conllevar la pérdida de sentido y alienación en las personas. En la medida que el éxito se reduce únicamente a los logros individuales, se descuida la importancia de los vínculos sociales, el sentido de pertenencia y el bien común. Lo que puede generar sentimientos de aislamiento y falta de propósito en las personas.


El tercer aspecto planteado por Sandel es su cuestionamiento a la brecha salarial entre los trabajadores cualificados y los no-cualificados. No solamente en el libro, sino en diversos foros y entrevistas, Sandel ha propuesto preguntas éticas acerca de si es justo o no, que jugadores de fútbol y otras celebridades deportivas ganen salarios desmesuradamente altos en comparación con profesiones consideradas socialmente más valiosas, como los maestros, por ejemplo, y ha propuesto reflexionar sobre cómo asignamos valor y recompensamos diferentes tipos de trabajo en nuestra sociedad, y si esas asignaciones son justas y éticas.

Básicamente, la lógica del mercado tiende a sobrevalorar ciertos tipos de trabajo, como el de los deportistas y profesionales altamente remunerados, mientras que subvalora el trabajo manual y de servicios. Una dinámica que contribuye a la brecha salarial y a la falta de reconocimiento de la dignidad y el valor del trabajo de los obreros. Sandel postura la necesidad de reconsiderar nuestras concepciones de mérito y reconocer la importancia y el valor que tienen el trabajo manual y de servicios.


Por último, nos interesa destacar cómo el profesor Sandel establece una relación entre la ideología de la meritocracia y el ascenso de los partidos o movimientos populistas en algunos países. Según él, la idea de que el éxito individual se debe exclusivamente al mérito y al esfuerzo personal, ha creado una narrativa que desprecia o ignora a quienes no logran tener éxito según esos criterios. Naturalmente, esta idea ha generado resentimiento y frustración en quienes se sienten excluidos por un sistema que perciben como injusto, al menos para ellos.

Desde luego, hay políticos y movimientos populistas que han capitalizado y "explotado" este resentimiento, y entonces se presentan como defensores de los "perdedores" de la meritocracia y les prometen restablecer una supuesta "justicia social". Más aún, predican desafiar a las "castas" o a las élites establecidas con una retórica anti-elitista que apela a la identidad de clase y al sentimiento de pertenencia de los sectores desfavorecidos, para ganar apoyo político. Paradójicamente, y esto lo añado yo, a pesar de que buena parte de esos políticos predican esa retórica desde su resort en Mar-A-Lago o desde su chalet en Galapagar.

Para Sandel, la insatisfacción con la meritocracia y el éxito de los partidos o movimientos populistas en algunos países reflejan una reacción contra las desigualdades y la falta de reconocimiento de las preocupaciones y experiencias de aquellos que se sienten excluidos por el sistema meritocrático. Otra razón más -según Sandel- para replantear nuestras concepciones de éxito y justicia y construir una sociedad mejor cohesionada.


En conclusión, Michael Sandel propone reconocer el papel que la "suerte" desempeña en nuestras vidas y en el éxito individual. Desde mi punto de vista, el mérito es un criterio acertado para la promoción laboral y el ascenso social. Es una herramienta que fomenta el acceso de las personas más capacitadas y calificadas a las posiciones de mayor responsabilidad; y correlativamente, reprime los favoritismos, el nepotismo y la discriminación arbitraria en la toma de decisiones de promoción. El mérito sirve también para impulsar una competencia saludable y constructiva y una cultura de trabajo enfocada en el crecimiento personal y en el logro de resultados sobresalientes.

Pero es verdad, también, que concentrarse excusivamente en el mérito conlleva limitaciones que Sandel describe acertadamente en su libro, y que por tanto, es necesario reconocer el papel que la "suerte" desempeña en nuestras vidas y en el éxito individual. Como la "suerte" que has tenido de nacer en una potencia europea y no en un país pobre de África, o la "suerte" de haber nacido en una familia con recursos para pagar educación de calidad, o unos padres dispuestos a pagar la educación que tú eliges y no la que eligen ellos. De este modo, en lugar de atribuir todo el éxito al mérito propio, se debe tener en cuenta la influencia de los factores externos y las oportunidades que se nos presentan. Lo que vuelve a plantear la necesidad de centrar esfuerzos en la garantía de la igualdad de oportunidades.


Por otra parte, Sandel igualmente plantea fomentar un sentido de pertenencia y cuidado mutuo en la sociedad, así como la solidaridad y la cooperación en lugar de centrarse únicamente en el éxito individual. Una reflexión que considero oportuna, incluso en el seno de una sociedad liberal, pues destaca la importancia de un valor o principio que -en lo personal- considero tan esencial como la libertad: la cohesión social.

La cohesión social es un pilar crucial para impulsar la estabilidad y la paz en una sociedad, lo que reduce la probabilidad de conflictos y divisiones sociales, promueve la convivencia pacífica y el respeto mutuo y la colaboración. Por eso mismo, contribuye a reducir el resentimiento, la "polarización" y la conflictividad social, y por vía de consecuencia, previene contra el crecimiento en la sociedad de los movimientos populistas y de los partidos de extrema derecha o izquierda.

La cohesión social fortalece además el tejido social, fomenta la cooperación y las relaciones positivas entre las personas y ofrece un entorno en el que las personas -incluso aquellas que han triunfado por sus méritos- se sientan seguras, apoyadas y conectadas. Una sociedad cohesionada, asimismo, promueve la igualdad de oportunidades y que todas las personas puedan hacer "méritos" para ascender socialmente.

Al contrario de lo que me dicen algunos colegas liberales, o "más liberales" que yo, la cohesión social no la considero necesariamente incompatible con los pilares de una sociedad liberal. Más bien, puede ser un complemento importantísimo para fortalecerla y hacerla mejor.

En la medida que la cohesión social facilita un entorno en el que personas de diferentes ideas y perspectivas pueden coexistir pacíficamente, la cohesión social fomenta la pluralidad y la diversidad que tanto reclama una sociedad liberal. Desde luego, La cohesión social no consiste en la uniformidad forzada o impuesta desde un gobierno o un partido, porque eso sería coerción social, sino que consiste en la capacidad de encontrar puntos en común y alcanzar consensos sociales razonables entre diferentes grupos y visiones de la sociedad.

La cohesión social, cuando es tal y no coerción social, tampoco es incompatible con los derechos individuales. Por el contrario, en cuanto fomenta un ambiente en el que todos los miembros de la sociedad se sienten incluidos y respetados, en igualdad de condiciones y con igualdad de oportunidades, la cohesión social contribuye a la protección de los derechos fundamentales.

Por último, la cohesión social incentiva la participación ciudadana en los asuntos públicos, ergo, fortalece la democracia en una sociedad liberal. En la cuanto los ciudadanos se sientan parte de una sociedad cohesionada, en esa misma medida hay más probabilidades de que se involucren en la toma de decisiones, expresen libremente sus opiniones y contribuyan al bien común.

¡Pero cuidado! La cohesión social debe buscarse y promoverse desde la pluralidad ideológica y el respeto a la diversidad y a los derechos fundamentales, sin imponer ideologías particulares sobre los individuos. Para ello, es necesario encontrar un punto de equilibrio entre la cohesión social, las libertades y la democracia de simples mayorías. Imponer la cohesión social desde el poder político, incluso con mayorías parlamentarias simples o exiguas, es una forma de coerción social que violenta las libertades y el pluralismo democrático, y paradójicamente, fomenta la polarización y la conflictividad social. Esto así porque la cohesión social auténtica y saludable debe basarse en el respeto a los derechos fundamentales, en el diálogo constructivo y consensos razonables entre las diferentes ideologías que conviven dentro de una sociedad.


El libro de Sandel ha sido bien recibido en general y ha sido objeto de amplio debate, y naturalmente ha recibido también algunas críticas. Hay quienes lo acusan de ofrecer una visión demasiado simplificada de los problemas y no abordar adecuadamente la complejidad de las cuestiones que plantea. En lo personal, no comparto esta crítica pues, con todo y el escepticismo con que comencé la lectura del libro, su planteamiento de los problemas fue suficiente para llamar a mi reflexión e interesarme en el desarrollo y final del libro.

Otros lo acusan de presentar críticas y cuestionamientos válidos, pero sin propuestas claras, específicas y concretas para abordarlos y solucionarlos. Crítica esta que sí comparto pues también echo de menos esas propuestas.

Por último, hay quien sostiene que Sandel tiene una ideología política y filosófica específica, que probablemente ha sesgado su análisis y que esto se refleja en su obra. Según esto, sus enfoques en el libro reflejan su ética "comunitarista" que enfatiza la importancia de los valores comunes, la comunidad y el bienestar colectivo, en contraposición a una ética más individualista y centrada en los derechos individuales. Para mí está claro que el libro refleja su enfoque, mas no por ello resto méritos a la publicación. Sandel no oculta la ética comunitarista que inspira el libro, al contrario, el subtítulo del libro ya lo anuncia. Leí el libro con clara consciencia de a quien estaba leyendo, y no por este motivo veo razones para invalidar necesariamente las reflexiones y los argumentos presentados por Sandel, que en algunos asunto plantea puntos de vista diferentes a los míos, y de los cuales discrepo, pero que en todo caso estimulan el debate en torno a los temas abordados por el libro. En lo personal, estimo útil leer y valorar perspectivas diferentes a la mía, pues una opinión basada en diversas fuentes y argumentos, será siempre una opinión mejor informada.


Los invito a leerlo.


En Vigo, el 6 de julio de 2023.