“Nunca
dejes que nadie te diga que no puedes hacer algo… Si tienes un sueño, debes
protegerlo. Si alguien no puede hacer algo, te dirá que tú tampoco puedes. Si
quieres algo, ve tras ello. Punto.”
Chris Gardner (Will
Smith)
En busca de la felicidad.
En busca de la felicidad.
Ayer comenzó a
circular en la red (y ya se hizo viral) un audio o sonido que ha sido
mayoritariamente titulado “el
inspirador mensaje de Lorenzo Mendoza”. Según parece, el discurso del reconocido
empresario venezolano (propietario y presidente de Empresas Polar) se grabó en un
auditorio y en el contexto de una reunión con trabajadores del grupo
empresarial, alguno de los cuales, aparentemente, habría expresado desesperanza
por su futuro en Venezuela y en el grupo empresarial, y su deseo de emigrar, lo
que presumiblemente animó a Lorenzo a defender sus razones para quedarse en
Venezuela.
El discurso de Lorenzo
Mendoza (un empresario al que admiro, aún después de oírle este discurso), es
inspirador, pero merece –en mi criterio– algunos matices o correcciones. Está
claro que el discurso es correcto y acertado, al menos en el auditorio donde lo
realizó, y la finalidad con que lo hizo: Motivar a sus trabajadores y animarlos
a seguir trabajando por Venezuela (y desde luego por su empresa, que no podría seguir
siendo exitosa sin trabajadores motivados y productivos). Es el discurso que un
empresario y un líder (como lo ha sido Lorenzo) debe darle a su gente. Decir
(en ese contexto) algo diferente a lo que dijo, sería impertinente y sumamente
criticable.
Cuando hablé de los matices
o correcciones que merece el discurso de Lorenzo Mendoza, hablo de algunas expresiones
que tal vez podrían no ser dichas, o dichas con otro estilo o tono, si se ejerciera
el pensamiento-perspectiva y el esfuerzo (aún mayor) de colocarse en los
zapatos de quienes han emigrado. Quiero decir, fuera del aludido auditorio y del
contexto en que dio su discurso, el tono y estilo del discurso luce chocante, porque
da la sensación de que Lorenzo no ha comprendido enteramente las razones de los
venezolanos que han emigrado, y que muestra poca solidaridad y empatía con
quienes se han visto motivados (y hasta forzados) a emigrar. Así lo han sentido
(y expresado) muchos emigrantes, como puede leerse en la “Carta
a Lorenzo Mendoza de una venezolana que cambió ‘unos problemas por otros”.
Porque, aunque Lorenzo
Mendoza haya dicho que “respeta” la
postura de quienes han emigrado, sutilmente los culpa por tener (y tomar) su oportunidad y por no asumir cabalmente sus
responsabilidades con Venezuela. Incluso dice que “yo estoy con la gente que no puede irse para ningún lado”; y deja
la sensación de que no está con los que se fueron. No digo que Lorenzo lo haya
hecho intencionadamente o de mala fe. Creo que le habló con franqueza a sus
trabajadores, sin imaginar que su discurso sería escuchado fuera de ese
auditorio y heriría la sensibilidad de algunos emigrantes. Más que tolerar o “respetar” la postura del otro, es
necesario “empatizar” e identificarse
con las razones y las emociones del que piensa diferente a nosotros.
La primera corrección que merece el discurso de Lorenzo Mendoza es que
la mayoría de los emigrantes no se han ido porque tomaron una oportunidad,
y mucho menos porque crean ellos que “pueden irse a donde sea”. La mayoría de
emigrantes tiene solamente una nacionalidad, un pasaporte u otro papel que les
permite abordar un avión y aterrizar en otro país. Es injusto hacerlos sentir
culpables por tener esa oportunidad, y por tomarla. Pero ese papel no les
garantiza empleo ni prosperidad en el extranjero (y cualquier emigrante
razonablemente serio sabe que es así).
Los venezolanos emigrantes
no se han ido porque hayan tenido una gran oportunidad o un gran empleo esperándolos
en Nueva York o en París, sino que se han ido porque han padecido persecución o
discriminación (y ya no saben cómo evitarla dentro de Venezuela), o porque
fueron víctimas personales de la agobiante inseguridad criminal; o simplemente huyendo
de una crisis social que –al decir de quienes aún siguen en Venezuela– amenaza
con convertirse en una crisis humanitaria. Cuando Lorenzo dice que “yo estoy con la gente que no puede irse para
ningún lado”, deja la sensación de que no está con la gente que se fue, y
desprecia el hecho de que estos emigrantes siguen comprando (con abnegada fidelidad)
la harina PAN y otros productos que produce Empresas Polar, de los que todo
venezolano se sigue sintiendo orgulloso, viva donde viva.
Es verdad que Lorenzo
Mendoza ha cumplido su responsabilidad con Venezuela. Difícilmente pueda
decirse que no. Pero no sólo él, ni solamente los que siguen en Venezuela. A la
mayoría (o a buena parte) de los venezolanos nos criaron también para asumir responsabilidades,
y precisamente por ello es que muchos venezolanos han emigrado. Porque han
sentido el peso agobiante de la responsabilidad que es ofrecer a su familia oportunidades
de desarrollo y crecimiento, y para su fortuna (o para su desgracia) tienen un
documento que les da una responsabilidad adicional: elegir donde vivir. Como
alguna vez me dijo un venezolano sin otra nacionalidad: “Yo la tengo fácil, no tengo la libertad ni la responsabilidad de
elegir, para bien o para mal, mi única alternativa es quedarme en Venezuela y
criar a mis hijos acá. No tengo cómo equivocarme. Difícil la tienes tú, que
tienes alternativas y tienes la responsabilidad de elegir dónde es el lugar
correcto para criar a tus hijos. Y lo peor es que te puedes equivocar.”.
Cuando se culpa a los
emigrantes de no asumir sus responsabilidades con Venezuela, no se está considerando
que la mayoría (o buena parte) de ellos se han ido, agotados de apostar por el
país y de trabajar (adentro) por él; y que siguen trabajando por el país, aún afuera.
Quienes somos hijos de la inmigración sabemos cuánto ayudaron los emigrantes españoles,
portugueses e italianos en Venezuela, a la gente y a la economía de los países
europeos, cuando estos atravesaban situaciones difíciles.
Para ser justos, hay
que decir que Lorenzo Mendoza ha tenido y ha tomado también sus oportunidades,
porque a sabiendas de la persecución y de los riesgos que padece su grupo
empresarial en Venezuela (que son enormes), desde hace mucho tiempo tomó la
decisión de abrir operaciones en países como Colombia y Estados Unidos. Los
emigrantes lo saben muy bien porque todos los productos Polar que compran en el
extranjero vienen de países diferentes a Venezuela. Y no por ello es
reprochable la conducta de Lorenzo, ni podemos culparlo por apátrida o algo por
el estilo. En verdad, da mucha tristeza ver que un empresario venezolano se
haya visto necesitado de abrir plantas en el exterior para poder exportar, en
vez de crear empleo y valor agregado en Venezuela, pero su decisión de "emigrar corporativamente", abrirse
oportunidades en el exterior y "cambiar unos problemas por otros" es tan defendible y respetable como la decisión de
los emigrantes de hacer exactamente lo mismo.
Y es verdad también
que no es igual (para todos) asumir sus responsabilidades mientras se vive en
Venezuela. Es más fácil asumirla si, a pesar de esta “travesía por el desierto” (como acertadamente la llama Laureano
Márquez), se tienen los medios para adquirir alimentos básicos sin hacer largas
colas bajo el sol y sin limitaciones de cantidad o de número de cédula de
identidad; o para enviar a nuestros hijos a estudiar en alguna universidad del
exterior; o para traer del extranjero un medicamento que no se consigue en Venezuela
y que nuestra madre necesita para vivir; o para viajar al exterior sin “mendigar” divisas al gobierno ni cometer
el delito de comprarlas en un mercado “negro”
o ilegal; o para viajar por Venezuela sin ser asesinado alguna noche en la
autopista de Puerto Cabello; o para salir un día del supermercado en Chuao o
una noche del Centro Comercial San Ignacio, sin ser asesinado por un atracador
o por un sicario…
Durante la “travesía por el desierto”, no todos tienen
la misma cantidad de agua para sobrevivirla. Y mal puede culparse a una persona
de intentar salvarse, si tiene y toma la oportunidad de escapar en un
helicóptero, aún sabiendo que –sí es verdad– “está cambiando unos problemas por otros”, pero para el emigrante, los
problemas fuera del desierto son solucionables con trabajo, con emprendimiento
y con sacrificio, y no corre tan elevado riesgo de ser asesinado en el proceso.
Su decisión es producto del sagrado derecho que tenemos todos los seres humanos
a la búsqueda de la felicidad.
A pesar de mis
críticas, sigo creyendo que Lorenzo Mendoza es un “duro”, un gerente que no se conformó con heredar una empresa, sino
que ha trabajado para acrecentar la calidad de sus productos, sus valores y su imagen
corporativa; que tuvo el acierto de crecer en el exterior para no comprometer
la viabilidad del grupo empresarial; que ha practicado (como pocos) la
responsabilidad social; y que ha logrado seguir siendo exitoso, sin comprometer
su integridad ni la de su grupo empresarial (y miren que de esto hay muy poco).
Yo no le preguntaré
qué hace todavía en Venezuela, cuándo se va o por qué car… no se va. Más bien,
yo le pido que siga en Venezuela, que siga siendo el exitoso empresario y
gerente que es, y que siga motivando y animando a sus trabajadores y a su
entorno para que sean tan exitosos como él. También le pido que haga un
esfuerzo adicional por comprender e identificarse con las razones y las
emociones de quienes se fueron de Venezuela, y que esté también con ellos.
Porque puede llegar el
día, y ojalá que no, en que a pesar de su compromiso y de su responsabilidad,
él también deba “escapar” de
Venezuela (como han tenido que hacerlo otros empresarios y emprendedores igual
de comprometidos y responsables que él). Si ese día tuviera la desgracia de
llegar, yo jamás lo culparé por irse. Jamás diría que Venezuela esté perdida “por culpa de tener emprendedores como él”.
Más bien diría que se perdió “a pesar de tener
emprendedores como él”.
“En ese momento
empecé a pensar en Thomas Jefferson y en la Declaración de la Independencia.
Nuestro derecho a tener ‘vida y libertad’ y a ‘buscar la felicidad’. Y recuerdo
que pensé ¿cómo se le ocurrió poner la parte de la búsqueda? Quizás la
felicidad es algo que solo se busca y tal vez nunca la podamos obtener hagamos
lo que hagamos…”
Chris Gardner (Will
Smith)
En busca de la felicidad.
En busca de la felicidad.