Juan Carlos se topó
con un artículo de su amiga Daniela, Lo
que pocos te dicen sobre emigrar. Como Juan Carlos ahora vive fuera de
Venezuela, el artículo llamó su atención. Daniela plantea allí algunas cosas
por las que –a su juicio– deben pasar las personas que desean vivir en otro
país, que muy pocos dicen y que quizás usted (el lector al que ella se dirige) desconoce.
Como Juan Carlos ahora
vive fuera de Venezuela, se preguntó por qué a pesar de lo que ella plantea, él
y demasiados venezolanos más han emigrado recientemente y muchos otros más quieren
hacerlo. Intenta comprender las razones del que emigra, que al final no es más
que un intento de comprenderse a sí mismo. Juan Carlos cuenta sus respuestas:
Cuando emigra, “Usted
siempre será extranjero”, advierte Daniela. Y así se siente ahora Juan Carlos. Pero
es que, aún sin emigrar (o irse de Venezuela), él y muchos venezolanos se sentían
extranjeros en su propia tierra. Porque la Venezuela que él y su generación conocieron
sí emigró, se fue a no sabe cuál parte, y lo que queda de aquella tierra les
resulta extraña, ajena, no es “nuestro”
país, es otro muy distinto, en el cual se sienten extranjeros.
Cuando emigra, “Usted
formará parte de la minoría…”, prosigue Daniela. Y así se siente ahora Juan Carlos. Pero
es que, aún sin emigrar (o irse de Venezuela), ya él y muchos venezolanos se sentían
parte de una minoría en su propio país (para no decir que efectivamente lo eran
o lo son). Muchos venezolanos tuvieron (o han tenido) que “adaptarse” para encajar en esa “nueva”
mayoría que es hoy Venezuela, con la cual (aunque muchos no quieran reconocerlo
públicamente) no se sienten identificados.
A Juan Carlos le consta
personalmente que en su entorno muchos han tenido que emigrar porque fueron
discriminados (como si fueran extranjeros), incluso por empresas privadas, y no
consiguieron empleo o eran muy mal remunerados. Pero su entorno, ese que lee este
artículo o el de Daniela, no es necesariamente la mayoría. Fuera de su entorno
(o de la “burbuja” en la que Juan
Carlos vivía), la Venezuela de verdad, la de la mayoría, siete de cada diez
adolescentes abandonan el bachillerato, y tres de cada diez adolescentes son “niñas” embarazadas. Tal vez por eso,
muchos de los que han emigrado (o quieren emigrar) ya se sentían (o se sienten)
parte de una minoría.
Cuando emigra, “probablemente
usted deberá trabajar el doble de lo que trabajaba en su país”, previene Daniela. Y así
lo siente ahora Juan Carlos. Pero es que, aún sin emigrar (o irse de Venezuela),
ya él y muchos venezolanos sentían que, para conservar razonablemente la
calidad de vida que han tenido, o para alcanzar una razonablemente parecida a
la que alcanzaron sus padres, debían trabajar en Venezuela el doble de lo que ya
trabajaban, y aún así sospechaban que no lo lograrían. Suponer que hoy día un
venezolano típico puede, con su salario y nada más que con su salario, tener
capacidad de ahorro o comprar un vehículo o una vivienda, es –en opinión de
Juan Carlos– una suposición muy poco realista.
Cuando emigra, “usted
deberá hacer grandes sacrificios que quizás antes no hacía”, sigue advirtiendo
Daniela, con razón y con algunos ejemplos. Y así se siente ahora Juan Carlos.
Pero es que, aún sin emigrar (o irse de Venezuela), ya muchos venezolanos sentían
que debían hacer sacrificios que antes no hacían. Muchos venezolanos acostumbrados
a comer en algún restaurante el fin de semana, o a salir los viernes en la
noche, o a ir a la playa en fin de semana, o a realizar alguna vacación en el
exterior, sienten que ya no pueden hacerlo (y si lo hacen, es con riesgo) por
temor a la creciente inseguridad pública, al deterioro generalizado de los
servicios (incluso privados) o, sencillamente, porque no podían, no pueden o no
podrán pagarlo.
Cuando emigra, usted “debe
adaptarse a la nueva cultura”. Es la “regla de
oro” del emigrante, dice Juan Carlos. No pretenda el emigrante que el país
se le adapte; es él quien debe adaptarse al país que lo recibe. Pero es que, aún
sin emigrar (o irse de Venezuela), y precisamente porque ya muchos venezolanos
se sienten extranjeros en su propia tierra, Juan Carlos y muchos venezolanos
tuvimos (o hemos tenido) que “adaptarnos”
a esas “nuevas realidades” que hay
hoy en Venezuela. Con la agravante de que en este caso, la adaptación puede no
ser una virtud y mucho menos una regla de oro. Como muy bien lo
escribió Unai Amenábar en octubre del año pasado, a quien recomienda leer, “De tanto adaptarnos hemos terminado por ser
una especie de bagazo de sociedad… En muchos casos la adaptación puede producir
evolución. Queda claro que en otros la firmeza en defender posiciones al menos
evita la involución. El que se adapta demasiado termina siendo
aplastado.”
Cuando emigra, usted “debe
contar con un capital monetario importante”. Sí, sería lo ideal, dice Juan
Carlos. Pero no es indispensable. Muchos europeos emigraron a Venezuela con
sólo una bolsita y su sueño no se convirtió en una pesadilla. Pero sí, sería
mejor hacerlo con capital para no “empezar
desde cero”.
“Si usted logra sobrepasar todas
las circunstancias anteriores, lo más probable es que el fruto de su esfuerzo
lo vean con más esplendor sus futuras generaciones. Podrían ser sus hijos o nietos que al haber nacido o haberse criado
en ese otro país puedan tener las puertas más abiertas a oportunidades nuevas
que quizás usted no tuvo.”. Así es. Y así se siente ahora Juan Carlos. Precisamente
por eso es que muchos extranjeros emigraron a Venezuela en el siglo pasado. Y
por eso es que muchos venezolanos como Juan Carlos emigran ahora. Para que sus
hijos y nietos cosechen el fruto del esfuerzo y tengan las oportunidades que –en
criterio de quienes emigran– ya no ofrece Venezuela.
Y además emigran
porque ya muchos venezolanos sienten que cualquier esfuerzo de regeneración en
Venezuela, suponiendo que se comience ahora, no verá sus frutos en el corto
plazo. Que sólo sus hijos (o tal vez sus nietos) verán (o volverán a ver) una
Venezuela próspera, con oportunidades y con calidad de vida para todos aquellos
que trabajan con tesón y sin “enchufes”
y sin “rentas” que le capturan a un petroestado.
No cuento lo de Juan
Carlos para justificar la emigración; total, él intenta sólo comprenderla. Y al
final, tiene razón Daniela. Si usted está pensando en emigrar, “ponga todos los elementos en su balanza”,
evalúe sus debilidades y amenazas, y decida si tiene las fortalezas y las
oportunidades para hacerlo. Pero si decide quedarse en Venezuela, haga lo que
Daniela acertadamente le recomienda. Y sobre todo, ¡no se adapte!