sábado, 22 de mayo de 2010

El valor de la Igualdad

Libertad vs. Igualdad. Es el falso dilema que suele atribuirse al dilema entre Capitalismo y Socialismo. Aunque son perfectibles, las democracias socialistas -o sociales- europeas han comprobado que Democracia y Libertad no son incompatibles con los valores de Igualdad y Solidaridad. Más aún, que el ejercicio de las libertades políticas y económicas son la base necesaria -mas no suficiente- para asegurar el ejercicio de los derechos sociales. Más aún, que para distribuir la riqueza y generar igualdad social, primero hay que crear la riqueza.

En la Venezuela que hoy tenemos, el argumento de la Igualdad Social ha sido la coartada para imponer el "Socialismo del siglo XXI", un sistema económico supuestamente más igualitario, pero a costa de las libertades económicas e incluso de algunas libertades políticas. Una consecuencia de ello podría ser -como lo escribió ayer Ibsen Martínez- la “derechización” del pensamiento en la sociedad venezolana. Esto es -según mi criterio- la posibilidad de que buena parte de la sociedad venezolana, razonablemente influida por el efecto destructivo que en nombre de la Igualdad ha tenido el gobierno de Chávez, llegue a pensar que la Igualdad no debe ser un valor o un principio fundamental del sistema político y económico

Tal vez para recordarnos que no debemos confundir la gimnasia con la magnesia, ni al gobierno de Chávez con la Igualdad, Saúl Lustgarten reseña en El Nacional de hoy [Pág. E8] la obra "Desigualdad: un análisis de la (in)felicidad colectiva", de Richard W. Wilkinson, en la cual se sostiene, con datos en la mano, que la desigualdad es la causa de los problemas sociales y de salud, al menos en el mundo desarrollado. La evidencia contenida en la obra demuestra una y otra vez -según Lustgarten- el mismo patrón: en los países desarrollados, mayor desigualdad está asociada con mayores problemas sociales y de salud. Para demostrar esta teoría, se recolectaron cientos de datos de fuentes tan acreditadas como ONU y el Banco Mundial. Según lo reseña Lustgarten

"EEUU, por ejemplo, tiene altos niveles de desigualdad y aunque es uno de los países más ricos del mundo, tiene la longevidad más baja de los países desarrollados y niveles de violencia altísimos. Más aún, dentro de Estados Unidos, los estados más desiguales presentan más problemas sociales y de salud que los más igualitarios. En casi todos los gráficos, Estados Unidos está acompañado por el Reino Unido y Portugal en el extremo inferior del espectro, mientras que Japón y los países escandinavos (que disfrutan de mayor igualdad) casi siempre están en el extremo superior

En general, se revela que la desigualdad está estrechamente relacionada con menor esperanza de vida, peor salud y mayor infelicidad en la población; las sociedades desiguales presentan mayor consumo de drogas, mayor número de embarazos adolescentes, más altos niveles de violencia, obesidad y encarcelamiento. Además, corroe la relación entre los miembros de distintas clases, disminuye la confianza y en tanto funciona como combustible del consumismo tiene mayor impacto negativo sobre el medio ambiente.

Quizás el hallazgo más sorprendente es que los problemas sociales y de salud no sólo son más comunes entre los sectores menos favorecidos la población, sino que el peso general de estos problemas es mucho mayor en las sociedades más desiguales. Es decir, si comparamos individuos de poblaciones distintas pero con la misma renta, aquellos que viven en sociedades más desiguales tienen peores condiciones de vida que los de su mismo nivel en las sociedades más igualitarias. Fundamentalmente, esto supone el aporte de un argumento empírico a favor de la igualdad en lo que usualmente es un debate informado más por convicciones políticas e ideológicas que por hechos. Sin embargo, hay que resaltar que este argumento está limitado por la muestra en la cual se basa su análisis, que en este caso esta conformada exclusivamente por países ricos."

Advierte Lustgarten que, aunque el libro no ofrece datos o evidencias sobre los efectos de la desigualdad en países subdesarrollados como Venezuela, "suponer que de alguna manera somos inmunes a los males documentados en otras sociedades sería presuntuoso", pues al fin y al cabo, "los mecanismos que la desigualdad desencadena en las sociedades tienen más que ver con nuestra fisiología y psicología que con nuestro ingreso, por lo que perfectamente pudieran estar activos en nuestro país."

En fin, el principal valor de la obra reseñada por Lustgarten es recordarnos "el valor de la igualdad en la construcción de una sociedad mejor", que no debemos olvidar los venezolanos a pesar de las circunstancias que vivimos, ni ahora ni cuando empiece la superación de la pesadilla. Nuestra mejor esperanza es que la Igualdad parece estar inscrita en la naturaleza humana, tanto como el derecho de Propiedad. Así lo demuestran experiencias de campo como esta, también descrita en el artículo de Lustgarten:

"Imagine la siguiente situación. Usted es emparejado con un desconocido y una suma de dinero, conocida por ambos, es entregada a su pareja. Esta debe dividirla a su antojo con usted, quien tiene derecho a aceptar o rechazar la oferta. Si usted la rechaza, ambos se quedan sin nada, pero si la acepta, cada uno se queda con el dinero tal como lo repartió su pareja. Los economistas llaman a esto el 'juego del ultimátum', y sólo ha de jugarse una vez. ¿Qué cantidad mínima requiere usted para aceptar la oferta? Y si fuera usted quien reparte, ¿qué cantidad ofrecería? Según el paradigma del 'agente racional', dominante en la teoría económica, los jugadores 'que responden' deberían aceptar cualquier oferta, mientras que 'los que ofrecen' deberían ofrecer la cantidad mínima posible de dinero, pues esto deja a ambos jugadores en mejor situación que si la rechazan. Sin embargo,... La mayoría de las personas ofrecen sumas más igualitarias (un promedio 43% y 45% de la suma total) retando directamente a quienes sostienen que la igualdad es contraria a nuestra naturaleza."

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