viernes, 30 de octubre de 2009

Comunismo y Capitalismo

http://ricardoantelag.blogspot.com/
De una manera sencilla, sin mayores tecnicismos, Herbert Hudde nos explica la diferencia entre Comunismo y Capitalismo. No se necesita ser comunista para tener vocación socialista...

"Cuando el mono se bajó del árbol y comenzó a transformarse en hombre, cada quien se hacía todo; cada uno se buscaba su comida, se construía su casa, se curaba, etc. Ello era, claro, muy ineficiente. Así pasó el tiempo, hasta que se produjo un invento que marcaría época, la división del trabajo: un grupo se dedicó al cultivo del arroz, otro a construir viviendas, otro a curar a los enfermos, etc. De esta forma cada grupo se especializó en una cosa, y todos pasaron a ser más eficientes, lo cual determinó un notorio progreso. Ahora bien, la división del trabajo trajo consigo una serie de problemas económicos, a saber: ¿Qué producir? ¿Cuánto producir de cada cosa? ¿A qué tasas de cambio intercambiar unas cosas por otras (los precios)? ¿Cuántos se dedicarán a cada actividad?, etc. Hay dos formas de resolver estos problemas (hasta ahora no se han inventado otras): 1a) El mercado: la oferta y la demanda interactuando resuelven todos esos problemas de manera muy eficiente, aunque tenga sus inconvenientes, y 2a) La planificación centralizada: se nombra una autoridad, el Gobierno, y éste decide sobre todos esos problemas. La primera de las formas está ligada a la propiedad privada de los medios de producción, y la segunda ligada a la propiedad colectiva de dichos medios. Y allí tenemos los dos sistemas existentes: capitalismo y comunismo.

¿Cuál escoger? Ninguno es perfecto. El comunismo es más equitativo (que no más justo) en el reparto de lo poco que hay, pero es muy ineficiente e improductivo; el capitalismo produce mucho más. Veamos unas cifras. Cuando cae el muro de Berlín, a comienzos de los noventa, y los países comunistas, obstinados de su comunismo, se abrieron a prácticas capitalistas, el PIB promedio anual per cápita de los países de Europa comunista era de $2.000 por año, después de bastantes años de comunismo. El de los países capitalistas era de 23.000. Es decir, no estamos hablando de un 30 o un 90 % más; estamos hablando de ONCE VECES Y MEDIA. ¿Que quiere decir esto? Pues muy simple: que los habitantes de los países capitalistas consumían 11,5 veces más cosas que los de los países comunistas. ¿Los habitantes de Francia, Alemania, Italia, etc., son once veces y media más inteligentes que los rusos, los checos y los húngaros? Claro que no, el problema es el sistema. Para el 2007, los países capitalistas producían $38.000 y los países comunistas, de 2.000 15 años atrás, pasaron a 12.000, seis veces más. ¿A que se debe ese gran aumento de la producción y el consumo? Evidentemente, a la adopción de prácticas capitalistas.

¿El capitalismo no tiene problemas? Claro que sí; pero para eso están los gobiernos, para llevarlos a un mínimo: los gobiernos deben evitar abusos de los empresarios con los trabajadores, el ambiente, los clientes, etc. Los países de la que era y sigue siendo la Europa capitalista, tienen una gran vocación y prácticas socialistas. Hay educación gratuita de alta calidad para todos, la salud es gratuita y excelente, la protección social contra el desempleo es amplísima, el cuido y las pensiones de los ancianos son extraordinarios, etc. No se necesita el comunismo para tener vocación socialista.

El comunismo NO SIRVE. Así lo prueban los países que lo aplicaron por cerca de un siglo y renegaron de él. ¿Vamos a ir nosotros a un sistema del cual un tercio del mundo se apartó por ser tremendamente ineficiente? Tendríamos que ser bien torpes para ello."

Fuente: El Universal [Venezuela] - 30/10/2009
http://www.eluniversal.com/2009/10/30/opi_art_comunismo-vs-capital_30A2971251.shtml

domingo, 25 de octubre de 2009

De a tres en una moto

En sintonía con su más reciente [Insilio, abajo reproducida], Rafael Osío Cabrices nos brinda otra crónica de la ciudad acerca de una mujer con sus dos muchachitos, protegidos y pendientes, bajo el sol. "... un símbolo de lo que estamos viviendo. Un símbolo de (casi) todos nosotros."

"Era el segundo viernes desde el comienzo del año escolar 2009-2010 y el sol ametrallaba las carrocerías de los carros atrapados en una de las muchas colas que en ese momento se habían formado en el sureste de Caracas. Ésta en particular no era de las más graves, entre Los Samanes y La Trinidad. Había camiones de reparto obstaculizando la visión de los semáforos, conductores impacientes que corneteaban en vano y uno que otro motorizado que serpenteaba como podía entre los vehículos de cuatro ruedas e, incluso, de vez en cuando, se pasaba al canal contrario para superar la tranca.

Ella apareció despacio, casi centímetro a centímetro. Nunca le vi la cara, sino los brazos, el casco, los zapatos atentos sobre el asfalto, suspendidos como las puntas de la vara de un equilibrista. Iba sobre una moto roja y tenía, delante de ella, a un niño de unos cuatro años en uniforme escolar, con su morral delante del pecho y un casco negro cuya tira le apretaba el mentón. Y detrás, una niña algo más grande, con un bolso rosado de Barbie, pantalón de mono azul y una cola de cabello castaño oscuro cayendo sobre su franelita blanca.

Esa madre no practicaba la audaz agresividad de los demás motorizados. No tomaba ningún riesgo. Prefería aguardar bajo el calorón a que la cola se moviera. Pude observarlos durante un largo rato, mientras la fila se diluía lentamente a medida que el semáforo de unos pocos metros más adelante liberaba a algunos carros hacia La Tahona. Ella no le pegó al retrovisor de nadie, no se comió la flecha, no hizo ninguna pirueta de las que hacen que un motorizado aparezca a la izquierda de uno por arte de magia (y que hace que se molesten tanto cuando el conductor, comprensiblemente, no logra adivinar que ellos surgirían por allí de un segundo a otro). Ella esperaba, con sus dos niños abrazándola, aguantando con ella la hostilidad del mediodía, seguramente cansados, sedientos, con hambre. No parecía una mujer particularmente aventurera, que haya recorrido en moto todas las playas desde Pui Pui a Los Cocos, sino una madre más que no encontró otra opción para buscar a sus chamos en esta ciudad, que comprarse una moto y tres cascos, y armarse de valor.

Otro motorizado que llegó junto a ellos pegado del canal contrario se detuvo delante de la madre y le pidió con señas que se detuviera, para hacerle fotos con el celular. No sé qué le dijo. Esperó un momento junto a la familia y luego siguió adelante, desapareciendo con rapidez. Ella, en cambio, siguió optando por lo seguro, sin mirar a los lados, pendiente del semáforo, de los costados, de los imponderables. Con todos los sentidos alerta pese a que estaba en una de las zonas más prósperas del país. Hasta que llegó la oportunidad de avanzar sin riesgos, ella ganó un par de cuadras más y luego cruzó a la izquierda para ascender por una cuesta, una delgada calle llena de curvas que los llevaría a casa.

Y yo me quedé pensando en esas madres que han buscado el modo de adaptarse a esta vida cotidiana nuestra que consiste en vencer obstáculos desde la mañana hasta la noche, de lunes a domingo, una vida de colas, de retrasos, de negativas, de minúsculas, interminables batallas. Me quedé pensando en esa mujer con sus dos muchachitos protegidos y pendientes, bajo el sol, calculando cada paso. Me pareció que eran un símbolo de lo que estamos viviendo. Un símbolo de (casi) todos nosotros."

Fuente: Todo en Domingo [El Nacional]. 25/10/2009. Pág. 8

martes, 13 de octubre de 2009

Casos excepcionales / Alberto Barrera Tyszka

Este reconocido autor desnuda el avance de la exclusión y del autoritarismo, ahora en el plano cultural y de las ideas. Como bien lo escribe: "Que no nos vengan con invocaciones de izquierda y referencias a la nueva libertad cultural. Eso es puro gamelote. Pura farsa". Ahí les va:

Entre los criterios oficiales para el otorgamiento de convenios de cooperación cultural en artes escénicas y música, el Gobierno nacional ha propuesto un aparte especial para "casos excepcionales". Es el aparte número 2 y dice exactamente esto: "No se financiará a colectivos e individualidades cuyas conductas públicas perniciosas afecten la estabilidad psicológica y emocional colectiva de la población, haciendo uso de un lenguaje ofensivo, descalificador, mintiendo y manipulando a través de campañas mediáticas dispuestas para tales fines". Con ese argumento, este año, el Estado venezolano le ha retirado completamente el subsidio a tres grupos teatrales: El grupo Actoral 80, el grupo Skena y el grupo de teatro El Duende.

No está en discusión el subsidio. Si bien el dinero que cualquier Estado le aporte al desarrollo cultural de su país es siempre importante, no creo que en este momento ese pueda ser el punto central del debate. El verdadero quehacer cultural no depende del control monetario de ningún gobierno. Esa es la diferencia fundamental entre la creación artística y la publicidad.

La creación cultural no atiende a ningún cliente, no tiene dueño.

Creo que el debate se encuentra en otro lado. Estamos ante la formalización legal de la segregación artística. Los supuestos enemigos de la exclusión han tardado muy poco en reproducir lo que tanto criticaron. Ahora son ellos quienes diseñan e implementan un arbitrario sistema de exclusión y de censura. Que no nos vengan con invocaciones de izquierda y referencias a la nueva libertad cultural. Eso es puro gamelote. Pura farsa. Todo esto se parece demasiado al guión que le permitió al gobierno de turno, hace décadas, prohibir la proyección en Venezuela de la película El último tango en París. Es sólo un ejemplo. Es sólo un espejo.

Pero lo que ocurre hoy es todavía peor. Porque no se trata de un "accidente". En rigor, bajo la vaga figura de "casos excepcionales", se esconde un procedimiento general, una industria enorme para producir un nuevo tipo de cultura oficial: sin preguntas, sin críticas, sin deslices, sin matices, sin rugosidades, sin complejidad. La cultura plana. La cultura VTV. La cultura que escucha Aló, Presidente antes de ponerse a crear. La peor pesadilla burocrática es aquella que todavía pretende ponerle trámites a los deseos de los ciudadanos; aquella que supone que puede ordenar las representaciones del prójimo; aquella que secretamente quiere instaurar un obligatorio decálogo del gusto en el país: escuchen bien, tomen nota. Ahora voy a definir qué es aburrido y qué es divertido, qué puede emocionarlos y qué puede conmoverlos. Su subjetividad también puede ser bolivariana. Anímense.

Yo creo que, más allá de las tendencias y de los afectos, de las posiciones ideológicas y de las militancias políticas, deberíamos convocar a un amplio debate en el sector cultural para tratar de analizar entre todos este aparte número 2 de los nuevos criterios gubernamentales. Hagamos un simple ejercicio de análisis del discurso. Pongamos en la balanza qué compromete cada una de esas frases de cara a cualquier actividad del trabajo cultural.

Cuando se habla de "conductas públicas perniciosas", ¿a qué nos referimos exactamente? ¿Podría, por ejemplo, una película como El pez que fuma entrar en esa categoría? La obra de teatro Acto cultural de José Ignacio Cabrujas, el libro de relatos Rajatabla de Luis Brito García, la producción artística de Miguel von Dangel o las fotografías de Nelson Garrido, por sólo nombrar algunos quehaceres culturales emblemáticos de las últimas décadas, ¿hubieran sido posibles en un gobierno que pretende evaluar y juzgar la actividad creativa según se afecte o no "la estabilidad psicológica y emocional" de la población? ¿Quién decide eso? ¿Quién es capaz de erigirse en un dios salvaje, dispuesto a rasurar las ansias y dolores de los demás, dispuesto a imponer su única vocación sobre la maravillosa pluralidad del colectivo? Es obvio que toda la maniobra apunta a acosar y a castigar a los grupos y personas políticamente incorrectos.

Es una praxis reaccionaria y moralista. Porque en esta acción política, además, se arrasa con un bien que nos pertenece a todos los venezolanos y que es la evidencia más palpable de la salud cultural de cualquier pueblo: la diversidad. Según se anuncia en el mismo comunicado gubernamental, una "mesa técnica estadal" discernirá sobre este asunto. Una "mesa técnica estadal" es ahora la encargada de decidir cuál es el arte bueno y cuál es el arte malo. Por los vientos que soplan, hasta nuevo aviso, la cultura será, entonces, excepcional.

Fuente: EL NACIONAL - Domingo 11 de Octubre de 2009. Siete Días. Pág. 7.

Paletas de helado / Milagros Socorro

La pluma de la autora zuliana nos da en este artículo una visión realista de la educación pública en el socialismo "bolivariano", que contrasta abiertamente con el socialismo de países europeos, en los cuales los alumnos de primaria y bachillerato, no solamente acceden gratuitamente a las escuelas, sino que además reciben los materiales y útiles escolares. Ahí les va:

"El papel aguarda junto al lavaplatos. Entro a la cocina a recogerlo. La mano morena emerge de la batea donde ruge un mar de loza, coge el papel y me lo extiende. La espuma de detergente que orla la muñeca de la empleada doméstica semeja un puño de encaje. Me siento a la mesa con una taza y el papel. Y desde el primer vistazo soy presa de la perplejidad: ¡La lista de útiles escolares de la Unidad Educativa Lorenzo Herrera Mendoza, en Caracas, exige 60 cosas a un niño de tercer grado! Además, tal como reza al final de la insólita enumeración, 'todos los útiles deben venir debidamente forrados e identificados. Los cuadernos deben venir con sus márgenes en rojo, para las niñas, y en azul, para los varones' (los acentos y las puntuación son de una servidora, puesto que la acotación está exclusivamente en mayúsculas y sin treguas respiratorias). De manera que no sólo es preciso levantar fondos para costear semejante exigencia, sino que también habrá que pasarse una o dos noches en vela forrando cuadernos ¡y trazando márgenes! La lista establece la obligatoriedad de adquirir cajas de creyones 'de madera', témpera y lápices de una determinada marca comercial; un juego didáctico; papeles de todas clases (bond, celofán, crepé, seda, lustrillo, contact, cartulina corrugada y doble faz ...) y las infaltables paletas de helado.

Hice mis estudios primarios al pie de la Sierra de Perijá, en los años sesenta, antes de los computadores personales, del video beam, de Internet, y ya entonces las paletas de helado no transmitían ninguna enseñanza, no eran vector de contenido alguno. En fin, no servían para un carajo. Los años han pasado, hace décadas que me despojé de las medias tobilleras, ya el médico me encargó un análisis de hormonas en sangre (valores a la baja), Venezuela ha sido castigada con una década de 'revolución', ¿y todavía siguen pidiendo paletas de helado? Mientras los niños japoneses presentan propuestas posnucleares para aprobar el segundo grado de primaria, aquí seguimos con las paleticas...

El costo de la lista supera el millón de bolívares. Mi empleada no lo tiene. A mí no me sobra, una vez cumplidos mis propios compromisos. ¿Cómo va a llevar el muchachito los rollos de papel higiénico, el paquete de vasos desechables? Por suerte, no le pidieron potes de pintura de caucho y de acrílico o rollos de papel absorbente, como han impuesto en otras instituciones públicas.

Esto ocurre al tiempo que los estudiantes gobiernistas de la UCV protestan por la subida ­al ritmo de la unidad tributaria­ de los aranceles para cursar una segunda o tercera carrera. Pero ni una palabra sobre las aberrantes listas de útiles (en su mayoría inútiles), violatorias de lo establecido en artículo 102 de la Constitución: 'La educación es un derecho humano y un deber social fundamental, es democrática, gratuita y obligatoria'. Ante el abuso con las impagables listas no hay sensibilidad ni de estos bachilleres 'socialistas' ni del propio Gobierno que, alegre e irresponsablemente, organiza ferias de útiles 'a precios socialistas', donde los comerciantes 'socialistas' reciben amplia promoción en los publirreportajes de ABN.

Estas mujeres pobres y sus pobres hijos no tienen quien proteste por sus derechos, ni quien recalque a gritos la gratuidad de la educación. Lo que sí tienen es un Gobierno autoritario que destituyó varios directivos de escuelas por haber aceptado la donación de útiles hecha por el alcalde metropolitano, Antonio Ledezma, en 23 institutos de la zona. Tulio Ramírez, coordinador del Doctorado en Educación de la UCV, glosa el fenómeno: 'En la más rancia tradición del capitalismo salvaje, el Gobierno nacional ha convertido a los pobres en socios capitalistas del Ministerio de Educación. Los de menos recursos deben contribuir al mantenimiento de las escuelas públicas a través de insumos de oficina o limpieza, disfrazados de útiles escolares y listas de enseres que se repiten año a año y que nunca son devueltos a los alumnos'.

Total, Chávez, que llegó con la promesa de entregar una computadora a cada niño, demolió la democracia, arruinó el país y no ha sido capaz de dotar a los escolares venezolanos ni de libros de texto, que los desheredados de esta tierra deben comprar con sus salarios devaluados. Viéndolo bien, más útiles eran los palitos de polo con que hacíamos vainas inservibles en Machiques."

Fuente: EL NACIONAL - Domingo 11 de Octubre de 2009. Pág. A11

Insilio / Rafael Osío C.

El texto que a continuación se transcribe cuenta una experiencia personal de su autor, con la que la inmensa mayoría de nosotros -los que vivimos en Caracas- seguramente nos identificamos, y nos propone -una vez más- una interesante reflexión: "Mientras unos cuantos se van del país, otros nos exiliamos sin salir de él. Nos desarraigamos, nos desconectamos... algunos no nos resignamos, y participamos de algunas luchas por reconquistar la intemperie y saltar el muro del ghetto. Aunque no es nada fácil". Ahí les va:

"Salgamos aunque sea a tomarnos una merengada' -dijo el autor- lleno de optimismo. 'Pero a otra zona de la ciudad, no podemos estar todo el tiempo encerrados aquí' Era un sábado por la tarde, no estaba lloviendo ni temblando, ya había comprado casi todos los útiles escolares y apenas me faltaban unas pocas cosas... parecía una buena idea, así que me la compraron en casa, aunque con alguna reticencia.

Pero, ¿adónde ir? Dije: 'Las Mercedes, ahí podemos conseguir una merengada o un helado, comprar los cuadernos y quién sabe si ir al cine'.

Vi la cartelera por Internet: nada que nos atrajera, decenas de salas para ver los mismos cinco blockbusters. Partimos en el carro y nos encontramos el paso vedado a Las Mercedes por obras en el Ciempiés. Quedamos atrapados en una cola.

Fuimos al Centro Lido, que debía estar tranquilo porque era sábado: esquivamos en el sótano los carros que ignoraban la señalización, rodeamos una bailoterapia que me sacudía las entrañas, la segunda que me encontraba en el día, pasamos junto a una armería y encontramos una librería casi vacía donde adquirimos los cuadernos. Primera hazaña. Faltaba la merengada.

Decidimos arriesgarnos. Ir a Plaza Las Américas a probar un sitio que no conocíamos. Entramos por el antiguo estacionamiento: varios carros ignoraban ahí también las flechas pintadas en el suelo y perdimos 15 minutos buscando puesto en vano y retrocediendo en una sopa de metal, bajo el sol de las dos de la tarde. Tres niveles más abajo encontramos un puesto. Me dolían el cuello y la cabeza.

Tardamos otros varios minutos en encontrar, en el mall abarrotado, el lugar de las merengadas (primero hallé la segunda armería que veía en el día).

Pero al fin llegamos y me puse a hacer cola. Mi mujer y mi hijo decidieron esperar afuera, espantados por el volumen de la música y la escasez de espacio en el local. Pensé, mientras esperaba las tres merengadas que costaron ochenta bolívares, que los que hacíamos cola allí tratábamos de descansar de las colas que en la semana habíamos hecho ante los semáforos, en las agencias bancarias, en la taquilla de Cantv o ante la caja de un supermercado.

No terminamos las merengadas; eran demasiado dulces y pesadas. Hicimos una cola más para pagar la hora de estacionamiento que pasamos sobre todo en el carro, y una última para salir del mall. Llegamos desesperados a casa, a bajar las persianas, a protegernos del mundo exterior.

Recordé cuántas veces yo había dicho 'salgamos de aquí un rato' con los mismos resultados. 'Ya ves por qué no salimos, salvo a casas de los panas', dijo mi mujer.

El escritor venezolano Israel Centeno me informó hace poco de un término que no conocía: insilio, el exilio inverso, el exilio interior. Mientras unos cuantos se van del país, otros nos exiliamos sin salir de él. Nos desarraigamos, nos desconectamos. Nos refugiamos no en él, sino de él. Somos muchos en esto, aunque hay quienes lo niegan cuando también lo están haciendo: la rumba y la compradera son por igual formas de alienación.

Somos ciudadanos a la defensiva, tortugas que guardan la cabeza. Espantados por la inflación, la violencia y los malos ratos que tanto uno pasa en la calle, cortamos por lo sano y construimos bunkers, en la medida en que podemos.

Sólo que algunos no nos resignamos, y participamos de algunas luchas por reconquistar la intemperie y saltar el muro del ghetto. Aunque no es nada fácil."

Extraído de: Revista Todo en Domingo [El Nacional]
Domingo 11 de Octubre de 2009, Pág. A6