martes, 13 de octubre de 2009

Casos excepcionales / Alberto Barrera Tyszka

Este reconocido autor desnuda el avance de la exclusión y del autoritarismo, ahora en el plano cultural y de las ideas. Como bien lo escribe: "Que no nos vengan con invocaciones de izquierda y referencias a la nueva libertad cultural. Eso es puro gamelote. Pura farsa". Ahí les va:

Entre los criterios oficiales para el otorgamiento de convenios de cooperación cultural en artes escénicas y música, el Gobierno nacional ha propuesto un aparte especial para "casos excepcionales". Es el aparte número 2 y dice exactamente esto: "No se financiará a colectivos e individualidades cuyas conductas públicas perniciosas afecten la estabilidad psicológica y emocional colectiva de la población, haciendo uso de un lenguaje ofensivo, descalificador, mintiendo y manipulando a través de campañas mediáticas dispuestas para tales fines". Con ese argumento, este año, el Estado venezolano le ha retirado completamente el subsidio a tres grupos teatrales: El grupo Actoral 80, el grupo Skena y el grupo de teatro El Duende.

No está en discusión el subsidio. Si bien el dinero que cualquier Estado le aporte al desarrollo cultural de su país es siempre importante, no creo que en este momento ese pueda ser el punto central del debate. El verdadero quehacer cultural no depende del control monetario de ningún gobierno. Esa es la diferencia fundamental entre la creación artística y la publicidad.

La creación cultural no atiende a ningún cliente, no tiene dueño.

Creo que el debate se encuentra en otro lado. Estamos ante la formalización legal de la segregación artística. Los supuestos enemigos de la exclusión han tardado muy poco en reproducir lo que tanto criticaron. Ahora son ellos quienes diseñan e implementan un arbitrario sistema de exclusión y de censura. Que no nos vengan con invocaciones de izquierda y referencias a la nueva libertad cultural. Eso es puro gamelote. Pura farsa. Todo esto se parece demasiado al guión que le permitió al gobierno de turno, hace décadas, prohibir la proyección en Venezuela de la película El último tango en París. Es sólo un ejemplo. Es sólo un espejo.

Pero lo que ocurre hoy es todavía peor. Porque no se trata de un "accidente". En rigor, bajo la vaga figura de "casos excepcionales", se esconde un procedimiento general, una industria enorme para producir un nuevo tipo de cultura oficial: sin preguntas, sin críticas, sin deslices, sin matices, sin rugosidades, sin complejidad. La cultura plana. La cultura VTV. La cultura que escucha Aló, Presidente antes de ponerse a crear. La peor pesadilla burocrática es aquella que todavía pretende ponerle trámites a los deseos de los ciudadanos; aquella que supone que puede ordenar las representaciones del prójimo; aquella que secretamente quiere instaurar un obligatorio decálogo del gusto en el país: escuchen bien, tomen nota. Ahora voy a definir qué es aburrido y qué es divertido, qué puede emocionarlos y qué puede conmoverlos. Su subjetividad también puede ser bolivariana. Anímense.

Yo creo que, más allá de las tendencias y de los afectos, de las posiciones ideológicas y de las militancias políticas, deberíamos convocar a un amplio debate en el sector cultural para tratar de analizar entre todos este aparte número 2 de los nuevos criterios gubernamentales. Hagamos un simple ejercicio de análisis del discurso. Pongamos en la balanza qué compromete cada una de esas frases de cara a cualquier actividad del trabajo cultural.

Cuando se habla de "conductas públicas perniciosas", ¿a qué nos referimos exactamente? ¿Podría, por ejemplo, una película como El pez que fuma entrar en esa categoría? La obra de teatro Acto cultural de José Ignacio Cabrujas, el libro de relatos Rajatabla de Luis Brito García, la producción artística de Miguel von Dangel o las fotografías de Nelson Garrido, por sólo nombrar algunos quehaceres culturales emblemáticos de las últimas décadas, ¿hubieran sido posibles en un gobierno que pretende evaluar y juzgar la actividad creativa según se afecte o no "la estabilidad psicológica y emocional" de la población? ¿Quién decide eso? ¿Quién es capaz de erigirse en un dios salvaje, dispuesto a rasurar las ansias y dolores de los demás, dispuesto a imponer su única vocación sobre la maravillosa pluralidad del colectivo? Es obvio que toda la maniobra apunta a acosar y a castigar a los grupos y personas políticamente incorrectos.

Es una praxis reaccionaria y moralista. Porque en esta acción política, además, se arrasa con un bien que nos pertenece a todos los venezolanos y que es la evidencia más palpable de la salud cultural de cualquier pueblo: la diversidad. Según se anuncia en el mismo comunicado gubernamental, una "mesa técnica estadal" discernirá sobre este asunto. Una "mesa técnica estadal" es ahora la encargada de decidir cuál es el arte bueno y cuál es el arte malo. Por los vientos que soplan, hasta nuevo aviso, la cultura será, entonces, excepcional.

Fuente: EL NACIONAL - Domingo 11 de Octubre de 2009. Siete Días. Pág. 7.

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